Presentación
Fecha: 07 Ene 2018
Los españoles también fuimos
emigrantes. Es más, también fuimos inmigrantes ilegales. En busca de un futuro
mejor, cruzamos océanos y fronteras, para empezar de nuevo en un lugar ajeno.
España ha cambiado tanto, que hoy
nos cuesta reconocernos en la mirada de esos otros, los que hoy vienen a
nuestro país con idéntico propósito, con la misma historia a cuestas que, hace
apenas unos años, portaron consigo millones de hombres y mujeres españoles. La
desmemoria nos impide ver, en la mujer latinoamericana que trabaja en nuestras
casas, a la "chacha española" del París de los 60, o en el inmigrante
que nos sirve el café, al camarero español de los bares de Zurich.
En torno al 50% de los españoles
emigraron de manera ilegal, y regularizaron su situación una vez en el país de
destino. Hicieron los trabajos que nadie quería, se hacinaron en viviendas
compartidas, con frecuencia cobraron menos que los nacionales, y no pocas veces
carecieron de derechos políticos y sindicales. Pensaban volver pronto, con un
dinero ahorrado, pero, atrapados en el día a día, muchos vieron pasar 30 años.
Con el tiempo, progresaron en su trabajo y abrieron pequeños negocios, crearon
asociaciones para defender sus derechos y mantener la identidad de origen, sus
hijos fueron a la escuela, acabaron, al fin, sintiéndose un poco de aquí y otro
tanto de allá. La sociedad que les vio llegar como trabajadores acabó por
reconocerles como ciudadanos.
La presente exposición tiene el
objetivo de recordarnos lo que fuimos, un país de emigrantes, para que la
memoria nos ayude a construir lo que queremos ser, un país de acogida.